Verónica siempre solía preguntarse por que cada navidad sus hijos pedían un platillo con tan relativa sencillez como los tamales. Ella estaba acostumbrada a permitirse lujos culinarios como pavo, embutidos caros, quesos lujosos y vinos de cosechas escasas, sin embargo cuando buscaba preparar un platillo para sus hijos la respuesta era simple. Cumpliendo el capricho de los menores Verónica ponía manos en acción junto manos diminutas como ayudantes.
Mientras ella avivaba el fogón para guisar la salsa ,las manos traviesas tomaban pedacitos de carne , batían manteca con masa ,se divertían chapoteando agua de las hojas de maíz hidratadas y pelaban a regañadientes ajos para la salsa.
Verónica no entendía que lo especial de aquel platillo no era su sabor tradicional o el adormecimiento que provocaba en la lengua, si no , el momento ameno que se permitían pasar la madre y los hijos en armonía después de un momento solitario.
Masa de maíz.
Manteca de cerdo.
Caldo de pollo.
Polvo para hornear.
Hojas de tamal.
Tomate Verde.
Chile serrano.
Dientes de ajo.
Cebolla.
Pechuga de pollo.
Bate el harina con la manteca, agua, polvo para hornear y sal, hasta tener una mezcla uniforme.
Cuece la pechuga en agua y desmenuza. Licua el tomate con una taza de caldo de pollo, chile verde, ajo y cebolla, comino; poner sal al gusto.
Hierve durante 5 minutos o hasta que reduzca un poco.
Hidrata las hojas en agua, sirve una cucharada de masa para tamales, baña el pollo con la salsa verde y colócalo sobre la masa; cierra las hojas y cuece a baño María en una vaporera durante una hora o hasta que estén cocidos
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